jueves, 16 de enero de 2014

LACTANCIA (parte II)

Los primeros días en casa fueron durillos. 

Yo estaba constantemente con el niño mamando, así que Mike se encargaba de recoger la casa, hacer lavadoras, limpiar y estar a mi disposición (no lo digo en tono de burla, sino más bien en tono de impotencia).
De hacer la comida se encargaban las yayas, que son unas cracks y nos fue genial, pues era una “preocupación” menos.

La sensación de estos primeros días se podía describir perfectamente con la canción: "soy una vaca lechera...", parecía que no servía para nada más que para eso (que sí, ya es mucho, pero entre las hormonas, los puntos y la nueva situación...me parecía nada). 

A esto se sumaban las visitas de familiares y amig@s, que en todo momento respetaron los "horarios" que les proponíamos (para nosotros poder descansar).

La pregunta estrella era "¿ya te ha subido la leche?". A lo que yo respondía "¡y yo qué sé!". Nunca antes había amamantado. Así que tocaba escuchar: "tendrás los pechos muy duros", "igual te da fiebre", “te dolerán mucho”, ...

El jueves por la tarde noté un “subidón” que hizo que tuviera dos rocas en lugar de pechos y un poco de dolor al lado de las axilas. De fiebre, ni rastro.

El viernes fuimos a la visita neonatal para el control de peso y, para nuestra decepción, Rubén había perdido un poco más.
Así que la enfermera le hizo un control de la bilirrubina (tenía un tono de piel un poco amarillento), pues era habitual que los bebés la tuvieran alta y, a causa de ello, durmieran mucho.

Luego pesó al niño sin pañal y le dí el pecho. Durante la toma me dió varios consejos para que el niño succionara bien y así evitar grietas en los pezones y una correcta alimentación. Después de la toma lo volvió a pesar y nos quedamos tranquilos al ver que ¡sí que engordaba!
De todas maneras, nos dieron leche de fórmula por si, después de darle el pecho, el niño quería un suplemento. Nunca quiso.

El lunes siguiente volvimos al control de peso y Rubén había ganado mucho en ese fin de semana. Así que nos dieron el alta.

Por cierto, le pregunté si había algún alimento que no pudiera tomar dándole el pecho y me dijo que no. Todo lo que yo había comido durante el embarazo el niño lo había probado a través del líquido amniótico, así que ningún sabor le parecería extraño. También me dió un folio con los alimentos que podía tomar para hacer la leche más nutritiva.

Os dejo unos links interesantes.




Saludos.

LACTANCIA (parte I)

Antes de quedarme embarazada, siempre había dicho que daría biberón a mis hij@s para que Mike también participara en su alimentación.
La “moda” de hace unos años a esta parte es dar el pecho “por encima de todo” y yo, al no compartir esta opinión, me autodenominaba “no pro-teta”.
Pensar que yo iba a tener mayor vínculo con mi hijo por darle el pecho me parecía egoísta de cara a mi marido, pues sólo el hecho de haberlo llevado dentro ya me premiaba con momentos y sensaciones que sólo yo podía tener.  


Mis padres nos criaron con biberón a mi hermana y a mi (por cuestiones laborales) y crecimos fuertes, sin enfermedades graves y sintiéndonos bien.


Pero fue precisamente Mike quien me animó a probar de darle pecho cuando naciera. Si no “podía” (la leche no le alimentaba lo suficiente, tenía mucho dolor, el niño no se cogía bien, se me formaban mastitis,...) le daríamos biberón y listos. Y así lo hicimos.


Cuando Rubén nació, enseguida me lo puse al pecho y se cogió. Me aconsejaron las enfermeras que me lo pusiera mucho para estimular la subida de la leche y seguí su consejo.


En el hospital, el peque dormía mucho y, aunque lo poníamos mucho a mamar, al salir del hospital había perdido 300gr (más de lo que el pediatra consideraba “normal”).
Así que nos dieron cita para hacerle un seguimiento de peso y nos fuimos a casa (era miércoles, 31 de julio de 2013).